lunes, 27 de febrero de 2012

Los edificios “tuguriales”, otro modo de la indignidad

Por: Reinaldo Spitaletta

(...) Aquellos barrios, con criterio en la comodidad espacial, eran propicios para ejercer la conversación, la reunión familiar, la visita de vecinos y parientes. Para la solidaridad y la comunicación. El barrio era sinónimo de intercambio: de palabras, de serenatas, y de comestibles, juegos, enamoramientos y de alguna picardía. Había en ellos un sentido del otro, de su nombre y oficio, de sus circunstancias y preferencias. La señora podía admirar el vestido nuevo de su vecina y al tendero le llegaban, frescas, las noticias del sector. Un barrio era una manera del carácter, del sentido de pertenencia y, por qué no, de la identidad. La gente tenía nombre y hasta sobrenombre. Leer más...

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este cuadro en el se que se recrea todo lo que fue, lo que no volverá.
    No olvidemos las fiestas de garaje y la tienda de la esquina, la que llegó con los primeros habitantes de nuestro barrio

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  2. Por supuesto, no se olvidará, pero tal parece que la memoria sobre esos lugares de los que hablas, se quedarán sin sus referentes arquitectónicos, debido a la destrucción de las casas donde se llevaban a cabo estos rituales, para ser reemplazados por grosera edificaciones sin ningún valor arquitectónico o estético, simplemente baratijas que nada aportan al devenir histórico de la ciudad, por el contrario son un insulto a la dignidad y a la inteligencia, se aprovechan de una necesidad vital para muchos, el tener vivienda, que hoy es cualquier pared con un techo las cubra, sin importar ni las dimensiones estructures, ni las esenciales en términos de humanidad, simplemente es un gran negocio, donde importan más la cantidad que la calidad. Estamos ante la tiranía de las constructoras.

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