lunes, 24 de enero de 2011

Paraninfo Universidad de Antioquia


Nuestro próximo Medellín, al derecho y al revés girará al rededor de una de las edificaciones con mayor tradición en la ciudad: el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, ubicado en la Plazuela de San Ignacio en el centro de Medellín. Para la conversación nos acompañará el arquitecto CARLOS ARTURO ACEVEDO, quien participó en el proceso de restauración del edificio, que comenzó a finales de la década del 80.

Un interesante recorrido por los secretos que guardaba este testigo de la historia de la Medellín y que se ha convertido en un referente indispensable para múltiples generaciones.

Medellin hacia las décadas del 60 y del 70


Tomado de: Marta Inés Villa Martínez. Medellín: de aldea a metrópoli. Una mirada al siglo XX desde el espacio urbano. En: Historia de las ciudades e historia de Medellín como ciudad. Varios Autores. Corporación Región, 2007. p. 107

(...) hacia finales de los años 60 y 70 y ante el fracaso de las políticas de erradicación de tugurios, el gobierno nacional ensayó una nueva estrategia de intervención enn el crecimiento de las ciudades y de atención a estos nuevos pobladores urbanos.

A través del Instituto de Crédito Territorial y del Banco Cental Hipotecario, se impulsaron grandes planes de autoconstrucción de vivienda para los sectores populares. En Medellín, el lugar privilegiado de esta intervención tuvo lugar en la zona noroccidental. Los requisitos para accedera estos programas hablaban de llevar viviendo por lo menos cincon años en la ciudad y de estar vinculado laboralmente a una empresa.

Esto explica por qué muchos de los primeros habitantes de esta zona fueron obreros que antes habían sido invasores y que en ese momento se encontraban vinculados al mercado laboral. A pesar de que se trataba de viviendas por autoconstrucción, lo que otorgó cierta heterogeneidad en sus fachadas, a diferencia de lo ocurrido en la zona nororiental, aquí se contaba con un trazado mínimo de calles y áreas comunes que es hoy perceptible en la morfología de este sector".

sábado, 22 de enero de 2011

La discusión no termina

Hace 20 minutos finalizó la primera emisión de Medellin, al derecho y al revés sobre el teatro en Medellín, pero la discusión no termina, vuelva a escucharla mañana 23 de enero de 10:30 a 11:30 pm por 92.4 FM Radio Bolivariana o www.radiobolivarianavirtual.com. Esperamos sus comentarios aquí mismo en el blog.

Saludos!!

lunes, 17 de enero de 2011

Discusión sobre el teatro en Medellín


Foto: En la Diestra de Dios Padre por el Pequeño Teatro.
Tomada de: http://www.flickr.com


El próximo Medellín, al derecho y al revés contará con la presencia del escritor Gustavo Henao Chica y el actor y director de teatro José Fernando Velásquez, con quienes desarrollaremos una interesante discusión sobre la situación del teatro en Medellín, a partir de un articulo publicado por Henao Chica a finales del año anterior. En su articulo, que reproducimos en su totalidad a continuación, Gustavo hace un balance poco alentador desde su experiencia como espectador.


Participe con sus comentarios para nutrir esta discusión.

¿Qué pasa con el teatro en Medellín?

¿Qué pasa con el teatro en Medellín?

Del amodorramiento y la autocrítica

Por: Gustavo Henao Chica

Las artes y sus expresiones dentro de un marco histórico específico, y en la dinámica de la oficialidad o por fuera de ella, tienen unos ritmos, un desarrollo que dan cuenta del compromiso de quienes proponen nuevos caminos y la reinvención de lo mismo para que sea distinto; el teatro, tema que nos convoca, se da en Medellín con diferentes matices, pero los montajes presenciados este año, dejan una sensación de engaño, engaño para el asistente cotidiano u ocasional, porque se siente ese “hacer por hacer” para cumplir con la cuota de sala concertada.

A pesar del surgimiento en los últimos quince años de nuevos grupos y de una animada afición desde la institucionalidad por las tablas, tenemos un estancamiento desde los noventa cuando el Matacandelas produjo un quiebre y presentó propuestas novedosas y bastante importantes incluso en el ámbito nacional, aun con los ejercicios poco significativos realizados con algunos textos de Andrés Caicedo, casamiento que desvió la identidad del grupo; desde allí todo se comenzó a mover en la misma línea, algunos como “Hora 25” que hace malas copias de las apuestas del Matacandelas; otros se han asignado un papel de salvadores de los muchachos de los barrios y valiéndose del estigma que conlleva la palabra “Comuna”, presentan cosas como las de “Nuestra gente” contribuyendo a perpetuar el señalamiento y la estigmatización; y qué decir de las casas de los patriarcas “La casa del teatro” y “Pequeño teatro”, defendiendo posturas anacrónicas sin ningún destello de innovación.

Con la pretensión de reivindicar la obra de autores como Tomas Carrasquilla, algunos grupos se asignan la responsabilidad de mantener vigente su legado, tienen el atrevimiento de hacer sus montajes basados en los trabajos de estos autores. Me pregunto dos asuntos: quién mantiene vigente a quién, qué sentiría un escritor asistiendo a una presentación de su obra y que en la función número 400, la voz en off no se entienda, que los actores hablen como si tuvieran una papa en la boca, que se incluyan chistes actuales fuera del parlamento original tan solo para provocar una risa, que en 400 funciones no se note una mejoría y un perfeccionamiento en el que publico pueda sentir el genio del escritor, encuentro en estos ejercicios algo sospechoso. Son puestas en escena que asesinan al autor, no creo que un mal montaje de la obra de Carrasquilla lo inmortalice como escritor; la acumulación de funciones, las presentaciones por “todo” el país no son garantía de calidad. Los autores son víctimas y corren riesgo de perder lectores con los malos montajes en el teatro. No conozco ninguna compañía teatral que haya salvado a un escritor, si una obra perdura es porque tiene la talla para no morir.

En el teatro infantil se siguen poniendo en escena las obras y cuentos clásicos, (con sus defectos técnicos, porque son cuentos mal escritos) apologías al maltrato infantil como en Pulgarcito, y en muchas obras de Rafael Pombo, al abuso sexual columna vertebral en Caperucita roja, a las costumbres de inequidad, menosprecio, maltrato para la mujer, donde siempre aparece la ideal sin ninguna capacidad de determinación “sumisa, buena, tonta, servil, bruta”, el manejo del concepto del amor como una cadena para la mujer, que efectivamente influye en el modelo de las masculinidades que abre la brecha de género, con la formación de estos machos “trogloditas”; agreguemos además la doble moral, y las prácticas corruptas de los sistemas que en el teatro infantil se enseñan como algo normal; en general se trata a los niñ(@)s como si fueran seres estúpidos con la utilización inadecuada de los diminutivos, de las preguntas con respuestas exactas, homogéneas, y en coro; el montaje de estas obras se justificaría si estuvieran acompañadas de una reflexión sobre la historia, sobre el lenguaje.

¿Está muriendo el teatro? o estamos en el declive de un período que ya se torna paralítico, sumergido en las olas del sistema, manteniendo un manoseado lenguaje izquierdoso de todos los que son comunistas con sus despensas llenas, son de izquierda y cobran con la derecha. En esta ciudad cada quien vive de su cuento y el cuento del teatro es bien panfletario, falta honestidad, no se es consecuente con el discurso y no tendría que serlo, por supuesto el teatro como arte está por encima del maniqueo de un simple espectáculo o del arte en función de…, el teatro es también provocación, no es solo el divertimento con el manejo mimético del parlamento y los gestos de doble sentido para provocar risas en un público rebaño, es el nocáut a la mentira.

-Ustedes vienen aquí a disfrutar con esta maravillosa obra y estos excelentes artistas-, Es una de las frases que se utiliza para que el público asistente se vea convencido, pueda consignar en la coca su ayuda, no es asunto del director o del dueño del teatro definir si lo que hacen es bueno y si sus actores merecen tan exaltadas adjetivaciones. Donde veo un gran desarrollo o mejor una gran habilidad es en el manejo administrativo, han aprendido muy bien a moverse en los presupuestos del estado y a vender funciones, no encuentro crecimiento artístico, no entiendo por qué las salas son negras sin ninguna preocupación por la acústica, por la estética, veo un teatro mediocre, sin calidad, sin autocritica como todo lo que es asimilado por el sistema.

Por eso Nada es más evidente que la farsa dentro de la farsa, asistir a una sala de teatro donde todos fingen, donde la hipocresía y la traición al arte se palpan desde la entrada, desencanta, pero más desencanta sentirse en la penosa humillación de saber el arte en la mendicidad, con la coca a la salida, y los actores participando de esta práctica de pordioseros, lo hacen con cierta jocosidad porque creen que está bien, pero no es cierto, el arte tiene un valor, no cualquier valor, el de un trabajo profesional que permita la dignificación de la vida del artista.

Lo peor para el arte, para los artistas es perder el discernimiento interior, que desde sí y en forma permanente se mantengan en sospecha, en la duda, pero especialmente en el compromiso respetuoso con el teatro, con el escritor, con el público, consigo mismo.

No me apena decir que el teatro en Medellín y el valle de aburrá a pesar de tantos grupos, esta amodorrado y carece de autocritica. No está bien asistir a presenciar una obra y salir tal cual se entró, sin ningún toque, sin ningún asombro.

jueves, 13 de enero de 2011

Roberto Luis Jaramillo


En Nuestro próximo Medellín, al derecho y al revés, podrán disfrutar de nuevo la conversación sostenida hace algún tiempo con el historiador Roberto Luis Jaramillo, un programa que se convierte en un documento muy valioso para entender nuestra historia como ciudad.

Por el momento, nos alistamos para ofrecerles un 2011 cargado de historias y personajes de ciudad y continuar con esta historia vivida de Medellín.

Foto tomada de: www.territorioscuola.com

Memoria de Ciudad


Foto: http://ve.kalipedia.com (Obreras en fábrica textil de Medellín)

Tomado de: Manuel Bernardo Rojas. El rostro de los arlequines: Tartarín Moreira y León Zafir, dos mediadores culturales. Ed. Universidad de Antioquia, 1997. p. 12, 13, 14

(...) Medellín durante la primera mitad del siglo XX, era una ciudad capitalista, no de la dimensión de otras en Latinoamérica, pero, sin duda, orientada ya por una senda ineluctable: la industrialización. Como tal, la Villa significaba en el conjunto local, regional y aún nacional - y para sus propios habitantes, claro está - un espacio urbano dedicado al comercio, pero con muy buenas perspectivas en el ámbito industrial.

El primer aspecto, herencia del siglo XIX, se manifestaba en la presencia de las grandes casas comerciales, importadoras de diversos artículos europeos y norteamericanos, y exportadoras de café. Empero, los propietarios de esas mismas casas comerciales, acuciadados en parte por la crisis comercial sobrevenida durante y después de la última de nuestras decimonónicas guerras, la Guerra de los Mil Dias - abrebocas de nuestra centuria -, y en parte, también, en un afán por experimentar nuevas posibilidades de inversión, se dedicaron a instalar algunas industrias.

De este modo, podría decirse que en el funcionamiento económico de la ciudad el dinero era invertido en dos frentes, que para muchos podrían ser antagónicos, pero que en este caso resultaban complementarios: el comercial y el industrial. Este último aspecto, en verdad, tenía un carácter incipiente, y solamente con la crisis de 1930 se consolidó definitivamente; pero ello no niega el destino que sus dirigentes le habían ideado. La industria no era un experimento; era el futuro, y por él se luchaba.

Y como era apenas obvio, esta transformación económica incidió en la transformación social; la industrialización potenció la aparición de un nuevo grupo humano: los obreros. Y antes que obreros, obreras; es decir, mujeres de las zonas rurales aledañas a Medellín, de otras más distantes del departamento, e incluso de distintas regiones del país que vinieron a trabajar en las fábricas textiles. De este modo ellas aportaban algún complemento económico a sus familias, las cuales siguieron viviendo en el campo. En principio, quizás, estas obreras no pensaban establecerse permanentemente en la ciudad; sin embargo, se quedaron y aún arrastraron a sus familias, las cuales vinieron a ocupar humildes casuchas que los nuevos industriales, el municipio o los urbanizadores - con los reputadísimos apellidos Álvarez o Cock, lo cual no niega su condición de especuladores de la tierra-, construyeron para las obreras y los entonces poco numerosos obreros.

Y más todavía, no sólo vinieron aquellos que ambicionaban un trabajo en las nuevas factorías, algunos, frustrados en su ambición de ser obreros, o decididos desde el principio a sacar ventajas a la ciudad, se dedicaron a diversas actividades, muchas de ellas ilegales; se crea así el espacio pra los vendedores ambulantes, los culebreros, los tahúres, los ladrones, los vividores de toda laya y las prostitutas.

Todo ello, en últimas, lo que nos revela es la imposibilidad de las nuevas industrias para dar ocupación a la masa de inmigrantes; un sistema económico que se vio desbordado por la realidad social y que fue incapaz de proveer lugares dignos para vivir. De ahí que para 1910 las ocupaciones ilegales de la tierra urbana estuviesen a la orden del día, hecho del cual nacieron barrios como Aguas Frías, El Salado, El Socorro y Betania. De ahí, también, que con el correr del tiempo este problema se agudizaría.

Al finalizar la década de 1940 los asentamientos ilegales eran una realidad inocultable y se afirmaba que "la urbanización de Medellín tiene sus cimientos en lágrimas y dolor". En ese momento, el occidente de la ciudad se había empezado a urbanizar, y al lado, por ejemplo, de un asentamiento legal como el barrio Castilla, empezaron a formarse conglomerados de tugurios.

domingo, 2 de enero de 2011

CARLOS FELIPE MARTINEZ "CAFÉ"


El próximo Medellín, al derecho y al revés, será con el fotógrafo Carlos Felipe Martínez, más conocido en el medio de la fotografía social de Medellín como "Café", quien desde hace cerca de 20 años ha sido testigo de acontecimientos sociales que narran la vida cotidiana de la ciudad, especialmente en los acontecimientos matrimoniales, donde se puede leer la vida ritual de la ciudad, a través de los vestidos, las fiestas, los estratos y las distintas costumbres religiosas.

Un repaso por el trabajo y las anécdotas de "Café", uno de los fotógrafos sociales con mayor reconocimiento en Medellín, el próximo fin de semana 8 y 9 de enero.

La Plaza de Mercado de Guayaquil


"La plaza del mercado cubierto de Guayaquil, estaba compuesta cuatro plazoletas internas y, en cada una, según relatos del arquitecto Charls Emil Carrè, dice que podían caber 15.000 personas con los brazos abiertos, así que estamos hablando de un edificio para 60.000 personas a finales del siglo XIX, con ingreso peatonal, para animales y su carga, zonas de cargue y descargue, fuentes, todavía sin energía eléctrica, pero totalmente amoblado y diseñado para el uso que tenía; era entonces el primer centro comercial de Medellín.

Sesenta mil personas, si acaso entre la población urbana y rural de Medellín había para esa época 8000 habitantes, lo que indica que si cualquier día se hubieran propuesto llenar la Plaza, hubiésemos cabido todos allá en el siglo XIX".

Tomado del programa sobre la vida de Coriolano Amador con el antropólogo Víctor Ortiz.

Fotografía tomada de: http://www.lopaisa.com